domingo, 14 de diciembre de 2014

San Petersburgo

San Petersburgo es una ciudad incomparable. Como todas. Pero esta lo es especialmente... Un buen amigo solía decir que se trataba de una ciudad en sol menor, que cobijaba y extiendía el conflicto entre el fa sostenido y el si bemol atrapándote en él, disecando tu aliento, cautivando tu alma para siempre...


Hay dos obras (una musical, otra un poema) que despiertan en mi imágenes asociadas a esta ciudad, recuerdos intensos y a la vez trémulos, desnudos bajo la neviza del tiempo. El primero es el segundo movimiento de la Sonata op.36 de S. Rajmáninov. No tengo ningún dato empírico que cerciore esta asociación, es tan sólo un sentimiento íntimo, una alerta instintiva. La nostalgia que encierra el tema principal, dura y cálida como la piedra de sus edificios bajo el sol invernal, el amor generoso, entregado, que culmina en su desarrollo y que parece truncarse por el motivo cromático descendente, presagio de un fin inminente... la dulzura del final, son plasmados por V. Horowitz de forma excepcional en la siguiente versión.


El poema que mencionaba refleja igualmente un profundo sentimiento de nostalgia, pero aquí, teñida de dolor por la distancia y la sensación de pérdida. Se trata de unos versos de Vladimir Nabokov (1899-1977) que he intentado traducir del original ruso:

Санкт-Петербург - узорный иней,                  San Petersburgo - bordado de escarcha,
ex libris беса, может быть,                              “ex-libirs” del diablo, tal vez,
но дивный... Ты уплыл, и ныне                       pero maravillosa... Desapareciste, y ahora
мне не понять и не забыть.                              no puedo comprenderte ni olvidarte.

Мой Пушкин бледной ночью, летом,             Mi Pushkin en la pálida noche de verano,
сей отблеск объяснял своей                            explicaba a su Olenina
Олениной, а в пенье этом                                este reflejo, y en su canto,
сквозная тень грядущих дней.                        la sombra fugaz de los días futuros.

И ныне: лепет любопытных,                          Pero ahora: tan sólo queda el murmullo de los curiosos,
прах, нагота, крысиный шурк                        las cenizas, la desnudez, el roer de las ratas
в книгохранилищах гранитных;                     en bibliotecas de granito;
и ты уплыл, Санкт-Петербург.                      y tú desapareciste, San Petersburgo.

И долетая сквозь туманы                               Y volando a través de la niebla,
с воздушных площадей твоих,                       desde tus etéreas plazas,
меня печалит музы пьяной                             me llena de tristeza el verso de pómulos salientes
скуластый и осипший стих.                           y enronquecido, de la musa ebria .
Берлин, 25.09.23                                              Berlín, 25-09-1923



San Petersburgo es una ciudad especial. Como todas. Sí, pero esta lo es de forma incomparable. Sus canales, la sobriedad elegante de sus edificios, el sol perezoso que intenta revelarse tras las nubes, conquistarán sus corazones para siempre. No dejen de visitarla, de vivirla, no renuncien a la oportunidad que ella misma les brindará para que la amen... más cuando les cautive y guarde para sí una parte de ustedes como justo tributo, quizás sólo la música, y algún poema, les devuelvan una parte de su belleza encantada.



domingo, 23 de noviembre de 2014

Política educativa

Conversando con algunos alumnos, hace unos días, reflexionábamos sobre la siguiente cuestión...

La política educativa musical de un gobierno podría presentar tres enfoques o posibilidades:
1.- Entender la música como ornamento de la sociedad. Como un bien prescindible, que, aún admitiendo que aporta beneficios emocionales y, en menor medida, intelectuales, no representa una manifestación indispensable para la supervivencia ni, lógicamente, para la convivencia de la sociedad. Como sostenía Charles Burney "un lujo inocente, innecesario para nuestra existencia, pero una gran satisfacción y una gran mejora del sentido del oído". La música debería ser de acceso restringido, principalmente, para aquellos que puedan permitirse el lujo de cultivarla y/o, en su defecto, una práctica con repercusiones económicas concretas.
2.- Entender la música como un elemento esencial y necesario de la educación emocional del pueblo y entender ésta como columna vertebral del desarrollo personal del individuo (y, óbviamente, de la colectividad), aceptada incluso por encima de la educación intelectual y/o espiritual. La música y, por extensión, el resto de las artes, conformarían el equilibrio fundamental para alcanzar la felicidad humana y darle sentido (a través de la creatividad, la colaboración, el lenguaje común de los sonidos...) en su dimensión más completa. La música no sería sólo un derecho sino una prioridad necesaria para la población, en todas sus manifestaciones y estilos.
3.- Entender la música como parte de una política social que permita influir en el pensamiento (y el comportamiento) del ser humano. Entender la música, al fin y al cabo, como una herramienta más para conformar al individuo según las prioridades y valores que determine el gobierno. La música debería ser entonces un derecho fundamental para la población, pero sería necesario decidir qué música debe o no sonar y cómo debería interpretarse.
Es muy probable que para que se dé la segunda opción, que, subjetivamente y como miembros del sector que somos, nos parecía la más idónea, los gobernantes deberían haber tenido una formación musical satisfactoria. Un enfoque., por tanto, desconsoladamente idílico.


Es posible que se trate de reflexiones equivocadas, imprecisas o demasiado simples, pero aquel día se nos revelaron cercanas, y más certeras de lo que nos hubiera gustado admitir...

domingo, 22 de junio de 2014

Reflexión

La música te da la seguridad de no necesitar nada más en tu vida. Te protege, te defiende, te da cobijo y enardece tu espíritu. Si algo va mal, no importa: siempre tienes la música. Si aquel a quien amas te desprecia, no importa: siempre tienes la música.
A cambio, eso sí, te exige un pago: el saberte inseguro e insignificante frente a ella.